martes, 9 de junio de 2009

Perdoneme señora, pero estoy enamorado de usted.


“No se cómo decirle, señora. Me da tanta pena. Qué va a pensar usted de mí… No, no puede ayudarme señora… porque lo que vengo a decirle –ya de una vez, señora, y perdóneme- es que estoy enamorado de usted. “
Carlitos se enamora perdidamente de Mariana, y ese amor más auténtico e ingenuo que prohibido, que nace de un niño de 8 años hacia la mamá de su mejor amigo de escuela, una joven de 28, es motivo de escándalo y alarma en el seno de una familia preocupada por el deber ser y la moral. Y es que imagínense a la mamá de Carlitos obligándolo a confesarse y guardar penitencia por haber tenido pensamientos impuros, ¡un niño de 8 años!; al sacerdote, que en su afán de conocer los detalles, tal vez más por morbosidad que por profesionalismo, resulta un ponente de la masturbación; o al papá que lo obliga a asistir a terapias con un psicoanalista… pero sobre todo, al pobre de Carlitos, inmensamente confundido, preocupado, creyendo que ha cometido el pecado más grave de su vida, y sin embargo, sabiendo que lo único que hizo fue confesar su amor.

Cuando recuerdas tu infancia, ¿qué recuerdas?: los exámenes, la clase de química, los sermones… obvio ¿no?, recuerdas las travesuras, los juegos, tu primer amor, cuando te fuiste de pinta, las peleas con tus amigos… las batallas en el desierto, como llama Emilio Pacheco a esta novela corta en donde relata los recuerdos de infancia de Carlitos, y a través de ellos, retrata el estilo de vida de una familia de la colonia Roma, venida a menos en el periodo de posguerra, la década de los cincuentas.


El mundo está en guerra, los países beligerantes... ocupadísimos en fabricar instrumentos militares. La participación de México en los campos de combate es meramente simbólica. Nos encontramos con la “Época de Oro” en el cine y con la necesidad de crear industrias que puedan sostener la demanda del país. Ávila Camacho está conciente del panorama e impulsa a este sector.

La guerra termina, seguramente ni para México ni para el resto del mundo será fácil construir una nueva sociedad con el espectro de la guerra, aunque a nuestro país económicamente y por ese momento no le haya ido tan mal. Lo más conveniente ahora es entrarle con más fuerza a la industrialización del país, punto medular en el proyecto del sucesor de Ávila Camacho, Miguel Alemán. A ella seguirá la modernización, lo que explica las grandes inauguraciones principalmente de hidráulicas y carreteras en este período. Para lograrla, comienzan a cambiarse los procesos tradicionales, nueva ideología, nueva técnica... nuevos productos, si no mejores, sí diferentes.

A grandes rasgos ese es nuestro país a finales de los cuarenta, pero qué hay de los aspectos particulares, qué hay de la gente, de eso nos habla Pacheco. Nos describe el ambiente de incertidumbre que viven las personas por no saber exactamente lo que están viviendo, ni lo que vendrá; intranquilidad por ignorar si la guerra ya ha terminado.

Emilio Pacheco enlaza el mundo objetivo y el subjetivo de una manera muy sutil para hacernos ver que finalmente, la vida se compone de realidad e idealidad. La primera ahí está: el mundo, la sociedad, su organización, valores, funciones y disfunciones; pero depende de cómo la conciba cada ser humano, cómo la viva y cómo, al final de su camino, la recuerde. En fin, una historia entretenida que, por cierto, sintetiza muy bien y populariza Café Tacuba en su canción llamada Batallas y conocida como “Oye Carlos”, que dice más o menos así:

Oye carlos
porque tuviste
que salirte de la escuela esta mañana
oye carlos
porque tuviste
que decirle que la amabas, a mariana
en la escuela se corrio el rumor
y en tu clase todo el mundo se entero

y en tu casa mama te pregunto
si acaso fue tu hermano quien te indujo
o pero aun,
fue mariana si
fue ella quien te lo propuso
papa dijo este niño no es normal
sera mejor llevarlo al hospital...

Por: Gabriela Notario Medellin.

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